lunes, 31 de diciembre de 2007

AETERNAM VALE


Esta vez no hablaré del tesoro
que escondías tras el cofre de tus párpados,
ni de lo mucho que te eché de menos
en mi exilio a una cama solitaria,
ni de las noches en que invité
a cenar a un recuerdo
para comérmelo con patatas.
No más palabras dedicadas
que no sé si leíste o no;
quedas desterrada al país de las horas extintas,
de dónde nada regresa
salvo en vísperas de fechas señaladas.
Ya nada queda de nosotros,
¿para qué seguir dedicándote poemas?
Harto de vagar cogido de la mano
de la nostalgia,
con una lágrima por bandera,
me despido de tu esencia
ondeando en el viento perfumado
un pañuelo verde de esperanza.
El mismo tiempo que antaño
se negó a transcurrir con rápidez
ha seguido avanzando en silencio
sin que yo me diera cuenta,
llenando el desierto que dejaste,
tierra que creí maldita y baldía,
con pétalos de arco iris y hojas de palmera.

Sergio

martes, 11 de diciembre de 2007

LA CARTA


Que la luz de una carta blanca
elimine la distancia

impuesta por un mapa una brújula un adiós
si el mundo es un cajón

un pañuelo

en la estación

una esfera lapislázuli

una barca sin patrón

no temas

un puente cose los dos lados del océano
un puente en un sobre con tu dirección

aunque te sientas sola
lee esta carta y recuerda
que aquí allí o en la Luna
uno y una suman dos

sábado, 8 de diciembre de 2007

XXXXX


Si te viera cada noche, en tres meses escribiría un libro con noventa poesías. Y es que hay que ver como eres capaz en tan sólo dos minutos de echar por el suelo seis meses de olvido; sólo con una sonr¡sa, sólo con una mirada, sólo con un movimiento de tu pelo.
Tus movimientos inconscientes remueven mi alma de poeta.

sábado, 1 de diciembre de 2007

LA QUERÍA

La quería como se quiere al aire,

con la urgencia vital de una necesidad fisiológica;

como comer, como dormir, como beber.

La quería como el marinero que se sienta en la barca

y le canta una canción añeja a su amor de ojos salados,

como el soñador al sueño de encontrar

algo más allá de la mera fantasía onírica.

La quería con el corazón, con el alma,

con los pies, con las manos, con todo mi cuerpo;

la quería por su corazón, por su alma,

por sus pies, por sus manos, por todo su cuerpo.

La quería más allá de lo tangible,

la quería de tal manera que no sé ni por qué la quería.

La quería lo suficiente como para derramar lágrimas,

como para aullar a la nada en esta noche rota

y maldecir al recuerdo de mi suerte extinta.

Tal vez poco, tal vez demasiado. Pero la quería.