martes, 27 de noviembre de 2007

OLIVETTI


Vuelvo de la universidad en un tren de cercanías que extrañamente para en Torreagüera (acontecimiento que ocurre tan sólo seis veces al día, cuarenta y dos a la semana y dosmilcientonoventa al año). ¿Esperar a un autobus o andar veinte minutos largos hasta mi casa? Prefiero un paseo por urbanizaciones y carreteras que se pierden en la huerta, claramente: lo siento por ti, querido 30, tu irregularidad horaria ha ido limando la confianza que un día deposité en tus servicios públicos hasta reducirla a la necesidad, al sí o sí, a los callejones sin salida. Ando placidamente bajo un sol de noviembre que acaricia mi piel con cariño de invierno - el frío se llevó el arrebato de locura del Astro Rey, obstinado en desvencijar mi cutis sin respetar siquiera la cuestionada autoridad de las cremas protectoras -, giro la esquina de una planta baja y a través de una ventana, situada casi a pie de calle, un sonido llega a mis oídos, un ritmo compuesto de familiares y entrañables traqueteos: es el dulce teclear de una vieja Olivetti en peligro de extinción, la resistencia al feroz azote del paso del tiempo, un aquí estoy yo que reivindica su derecho a la existencia en una era de portátiles.

DEDICATORIA


Dedico esta entrada a esos poemas de instituto perdidos en un cajón desastre, a la realidad finita que retratan esas fotos archivadas a conciencia en una carpeta polvorienta y dormida en una estantería inalcanzable sin la preciada ayuda de un taburete, a todo aquello que creemos interminable y que no obstante lleva la fecha de caducidad tatuada en el dorso. Dedico esta entrada a los castillos de fantasía cosidos con hilo de seda sobre la superficie del aire, a las promesas que sonaban a gloria en nuestros oídos y a idioteces en los oídos de las madres, a palabras que no vieron el mundo que existe más allá de una frase. Dedico esta entrada al primer amor. ¿Qué bonito fue, verdad?

sábado, 24 de noviembre de 2007

TUS OJOS...


Asomas tus ojos al interior de los míos, llamas a la puerta de mi cornea con tus nudillos de lapislázuli y al abrirte inundas mi morada marrón con un fragmento de océano, con una piscina olímpica. Tu silencio, sujeto por nubes de algodón, roza la bóveda celeste de tus pupilas y me permite leer desde el espacio exterior unos versos traducidos al idioma de la retina. Salto desde mi trampolín al fondo submarino que custodian tus pestañas hechas de algas, y buceo en tu misterio azul a la búsqueda de unas burbujas de oxígeno que me mantengan con vida.

viernes, 9 de noviembre de 2007

QUERIDO FOLIO

Como nadie entiende mi pesar, se lo cuento a un folio vacío. Quizá no responde ni aconseja,
pero recoge atentamente mi letra, mi firma, mis lágrimas. ¿Sabes cuál es mi problema, querido folio? Mi problema es que estoy perdido, que no he encontrado aún el camino a seguir, que di todo mi corazón y ahora vivo bajo un puente: no tengo nada, no me queda corazón ni para quererme. Ya no es su nombre, su manera de ser, el olor que desprendía el perfume al tomar contacto con su piel de seda; no me limito a la región de lo físico, de lo meramente tangible, de lo banal. Yo voy más allá. Hablo de una figura, de un sentimiento, de una época, de lo que ella supuso para mí entre una fecha y otra. Hablo de lo que yo mismo era en ese intervalo temporal que comprende la creación y la destrucción de mi propio universo de amor. Pensar que todo eso ha desaparecido, que esa época ha pasado a mi biografía, es un pinchazo insoportable en el estómago, un suspiro en el silencio de esta noche triste y sin estrellas. Las palabras que sentí y combiné con elegancia en pequeñas cuartillas escritas con letra roja para entregarle con cariño, los paisajes que contemplé en sus ojos y su repercusión en mi alma, la prosa de su lengua transcrita a verso en mis oídos. Mi propio yo, el yo de aquel entonces, extinguido para todos, extrañado por mi. Ya no sé quién es, ni quién soy. Ya no sé nada.

Y si...

Sé que he nacido para amarte, pero desconozco tu identidad.
¿Y si no nos cruzamos en el camino?
Estaré condenado a amar a un recuerdo que aún no tengo...