Estoy sentado en un muro justo enfrente del mar,
tullido ante una marea enloquecida.
Hace apenas un año estabas tú aquí,
sentada a mi lado, apoyada sobre mi hombro
mientras observabas plácidamente el afable horizonte.
Tu cuerpo me transmitía un calor agradable
que me resguardaba de la helada brisa marina,
y el olor del salitre se mezclaba con la fragancia
del perfume pulverizado en tu suave cuello.
Un espectro de arena me acompaña
en este instante de agridulce evocación,
mis lágrimas se alimentan con tu mirada de efigie,
personificada por el bravo mar de tonalidades verdes.
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