Ella creyó que él era un príncipe.
él que ella era una princesa.
Pero como ocurre siempre
que se sale de los cuentos,
los dos se llevaron una amarga sorpresa.
De princesa tenía más una piedra,
y él no tenía caballo, corona ni cartera.
Desterrados al "ya no te aguanto"
como dos malas hierbas,
siguieron sus caminos
cada uno por su cuenta,
perdiendo decenas de ingratos disgustos
y ahorrando una pasta
en pastillas contra el dolor de cabeza.
martes, 8 de enero de 2008
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