Aquí sigo, firme contra el viento.
Sé remontar el vuelo camino del abismo,
aunque engañe a mi propia conciencia,
aunque no sepa resistirme al deseo
y jamás reserve un cheque en blanco
para comprar un gramo de silencio al exterior,
influencia maligna con labios de licor de cereza,
puerta al infierno para abstemios
y cerebros atrofiados por la sinrazón de la rutina.
No me llames ignorante por ignorar a mi conciencia.
Ignorante el que profesa palabras rotas,
el que pronuncia uniones de letras desgastadas
y se atribuye el mérito de un rostro
con los párpados cerrados por la vida.
Ignorante el esclavo de su conciencia,
el que no aprende a mandar sobre ella,
a cerrarle la boca con acciones contrarias
a lo estipulado por su voz omnisciente.
Al borde del precipicio,
mi alma mantiene la calma.
Ignoro a la conciencia, derrocho segundos de mi vida.
Le robo besos a la luna, coqueteo con las estrellas.
Y qué si mi voz está tranquila.
lunes, 2 de junio de 2008
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