Ya murió la voz en la infinidad del espacio.
Ahora no es más que un recuerdo angustioso.
Le lloran las cuerdas vocales
y los que amaban sus susurros,
se lamentan los micrófonos
y las paredes que menospreciaron su eco
en eras de abundancia sonora.
Ya murió la voz. No queda su palabra,
ni una sílaba, ni una estrofa sangrienta.
No queda nada que no se escriba
con las mismas letras que el silencio.
No hay en el mundo una pizca de su llanto,
de su risa,
ni siquiera el sonido de un miserable estornudo.
Su voz retrospectiva está envasada al vacío.
Su voz introspectiva no atiende a la llamada
de conciencias ajenas.
Muerta, en este día azul,
los que la amaban ven el cielo negro.
Los rayos del sol traen cantos de jilguero,
pero con su voz muerta parecen estiércol.
Banderas a media asta, la mano en el pecho.
Los ojos cerrados mirando hacia dentro.
Un minuto de silencio, os lo ruego;
su voz, la mía, ha muerto.
sábado, 14 de junio de 2008
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