Cuando todo termina, escenas cíclicas se repiten hasta la saciedad, hasta el límite del absurdo. Palmadas en la espalda, tampoco era tan guapa, tú vales más que ella. Cielos rotos, paseos reflexivos por la playa, borracheras sinsentido y potas en la acera. Lágrimas de cocodrilo resbalando por la cara.
Se devalúa el valor de las palabras, la opinión muta como la gripe ante estímulos externos. Mi vida no vale nada. Te echo de menos. Pues no, es cierto, ahora estoy mejor. Si le di mi vida y no la quiere, que le den. ¿Qué más puedo darle, qué es lo que quiere? Sencillamente no me quiere. Y toca llorar de nuevo al amanecer solitario.
El fin no tiene sentido, no intentes buscarlo. El fin no tiene razones, y si las tiene jamás las podrás entender. El fin llega cuando menos te lo esperas. Y entonces, antes de darte cuenta, le llega el fin a su recuerdo. Y tu historia de altibajos, tragedia griega, se acaba para siempre.
domingo, 22 de junio de 2008
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1 comentario:
No sé cómo explicar lo que he sentido al leerte.
"Identificada" no sería la palabra, pero tal vez sí que comparta (con algunos matices) mucho de lo que escribes.
En cuanto a lo de que "el fin llega cuando menos te lo esperas"...bueno, es probable que así sea. Aunque, por norma general, suele haber un proceso hasta llegar ahí (al menos esas son mis experiencias, nada repentino).
De todos modos, como tú mismo dices, por mucho que puedas estar mucho tiempo pensando en una persona, deprimido, en el fondo de una botella...un buen día descubrirás que la has olvidado.
Realmente precioso.
Un saludo.
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